Vivir el día a día rodeada de personas
diferentes, con sus miradas, preocupaciones, dudas y preguntas, intercambiando
sonrisas que proporcionan seguridad, compartiendo los pensamientos que nos
surgen a unos y a otros; siendo un grupo pero al mismo tiempo muchas opiniones
distintas, con cada forma de expresarse, con muchas maneras de actuar y miles
de ideas que se cruzan y que formarán parte del camino de cada uno de nosotros.
Esta forma de trabajar es un regalo. Y es que, trabajar en lo que a uno le hace
feliz y le proporciona un crecimiento emocional e intelectual;
como dice Mercè de Febrer (citando las palabras de su compañera Ester), y yo
creo en ello firmemente.
Este regalo no viene solo, ni por
arte de magia; y por supuesto no es un arte que se cree sin esfuerzo ni
trabajo. El arte de la educación comienza por que uno crea que es capaz de
conseguir cambiar las cosas, de mejorarlas y sobre todo de lanzarse hacia la
innovación, hacia aquello desconocido, que quizá sea la mejor respuesta. Otra
educación es posible, pero para lograrla hay que darse cuenta de aquello que no
funciona en la actual. El primer cambio que propongo, es el de introducir en el aula de Educación Infantil el trabajo por proyectos. En primer lugar, y en referencia al tema que tratamos,
vamos a dejar clara la “definición” y las “características” de la forma
educativa “proyectos”, tan estudiada, innovadora y nombrada en los últimos años
por todos los pedagogos y educadores.
Trabajar por proyectos no es una
manera de hacer, no es una metodología para enseñar a los niños todo aquello
pero de manera global; ésta podría ser la definición de “trabajar por centros
de interés”, en la cual el maestro o los niños, proponen un tema considerado
como significativo, y se lleva a cabo en el aula de forma integrada,
relacionando ese tema con todos los lenguajes y las áreas de Educación
Infantil. Está claro, que no es el opuesto de “trabajar por proyectos”, puesto
que comparten muchas características (claramente es un aprendizaje
constructivista, muy alejado del modelo transmisivo, convertido en nuestro
enemigo número uno a erradicar desde el momento en que uno siente que quiere ser maestro y se empieza a formar para ello). Pero, lo que quiero
aclarar es que realmente trabajar por proyectos va más allá de un tema cercano
a los alumnos, mediante el cual desarrollarán todas las destrezas necesarias
(como nos ha demostrado Mercè en su artículo proyecto sobre “Los canguros”, del
cual hablaré más adelante). Trabajar por proyectos es una concepción educativa
basada en tres fundamentos, como hemos visto en el vídeo de Fernando Hernández,
“Trabajo por proyectos”, en clase.
Los tres ejes en los que se apoya son, establecer
un vínculo (1), experiencias de
aprendizaje e interpretar lo que sucede (2), y promover la imaginación pedagógica (3). Las tres partes de las que debe
constar un proyecto son muy importantes: la creación de un vínculo se da en
todas las aulas, lo que debemos conseguir es que éste sea positivo y
proporcione a nuestros alumnos confianza, seguridad, pérdida del miedo a
equivocarse y diversión. En cuanto a las experiencias de aprendizaje, son
fundamentales puesto que los niños aprenden de manera significativa cuando algo
le ha llamado tanto la atención que se les queda como recuerdo por esa forma
curiosa u original de aprender, (de ahí la insistencia por la innovación), y
por supuesto hay que interpretar aquello que experimentamos para comprender y
expresar lo aprendido. Todo ello está en relación con la imaginación
pedagógica, tanto para niños como para los maestros, sino investigamos y
desarrollamos la capacidad de imaginación, la creatividad y la fantasía, el
aprendizaje se quedará aislado y “olvidado” en la “caja de lo que hacemos
siempre”.
Los proyectos entonces, deben
suponer un aprendizaje interactivo, interdisciplinar, crear un círculo abierto
entre alumno-profesor-conocimiento; y así conectar con los niños, apasionarnos
por el trabajo que hacemos, querer aprender y emocionarnos con ello, porque
conocer y explorar emociona, y esa sensación nos lleva a querer volver a
conocer, y a pensar que el mundo es tan pequeño que en una sola vida no nos da
tiempo de conocerlo entero, por ello debemos ser eternos aprendices. Siempre
hay algo nuevo en cada día y en cada lugar. Lo que me lleva a pensar en la
manera en la que influye el espacio en el que nos encontramos, y del que
disponemos, el tiempo en el que vivimos y cómo lo vivimos y lo utilizamos; para
los niños las nociones temporales y espaciales tienen gran dificultad de
aceptación y aprendizaje, por ello es tan importante trabajarlas, para
ayudarles a ordenar la mente y estructurar el proceso que supone aprender y
conocer. Trabajar por proyectos es EDUCAR EN
RELACIÓN, así lo entiendo yo ahora, tras haber leído y trabajado las
experiencias de Mercè y Anguita. Es aprender conjuntamente, de una manera vivencial
y cotidiana, es decir, todo aquello que nos ocurre a lo largo del día puede
ser aprovechado para aprender y para enseñar a los demás. De manera que el
desarrollo de nuestros niños y del maestro va de la mano, creciendo y mejorando
nuestros conocimientos e informaciones.
Los maestros somos tejedores de
deseos. Estas seis palabras parece que forman una idea muy bonita para resumir (mucho, demasiado
quizá) el papel que tenemos. Somos personas activas, que investigamos, creamos,
contagiamos ilusión y ganas por aprender, y sobretodo deseamos, tenemos
esperanzas y sueños, queremos y creemos que nuestros alumnos van a llegar algún
día a lo más alto, y de una manera o de otra, nosotros influimos en las
herramientas de la creación de cada uno de esos futuros médicos, abogados,
albañiles, camareros, o futuros maestros. Si empiezo a hablar de esta preciosa
profesión, no paro, y me desvío del tema, que aunque todo tiene que ver con lo
que estoy hablando, me centraré en el tema proyectos y en los artículos leídos
y trabajados durante las sesiones dedicadas a este primer bloque.
Mercè es una maestra de alma,
tutora de un colegio de Barcelona, de la cual he tenido la oportunidad de
conocer su forma de trabajar gracias a los artículos leídos (todos ellos
citados en la página Bibliografía de este blog). La experiencia que nos
relata es de hace ya unos años, y esto nos enseña que la educación no cambia
por sí sola, con el cambio de la sociedad (que también, pero en base al cambio
de mentalidad y a la evolución de la cultura), sino que depende mucho de la
actitud y de la forma que el docente decida trabajar con sus alumnos. En este
proyecto llevado a cabo por Mercè y sus alumnos se demuestra la capacidad
ilimitada que existe para perseguir aquello que nos enseñe a aprender.
El proyecto partió del nombre de
la clase, los alumnos necesitaban un nombre, y la maestra les pidió que
llevaran revistas a clase para inspirarse, en una de ellas, vieron una
fotografía de un canguro, que les llamó la atención. Algo tan simple como una
revista para adultos, que es ajena a lo que podemos considerar (yo, por lo
menos antes lo consideraba), como intereses de los niños, puede darnos la idea,
el inicio de un proceso que va a marcar el desarrollo de los
alumnos. Así, es como decidieron llamarse los canguros, pero ahí no quedó la
cosa, se dedicaron a investigar sobre estos animales, y descubrieron que en el
país donde más abundan, Australia, se les mata para comer y para fabricar abrigos de piel. Esto a los niños les
horrorizó, tanto que decidieron escribir una carta a los responsables de este
acto. Movilizaron así los medios de comunicación (el padre de un alumno
trabajaba en un periódico y les consiguió la dirección de un periódico
australiano), y los niños sin dudarlo decidieron ponerse en marcha y denunciar
el acto. Para ello tuvieron que aprender sobre el país, el idioma, las
costumbres, e incluso ubicarlo, ya que al ignorar estos conocimientos les llevó
a querer saber más (y es que ignorar nos conduce a la curiosidad, a la duda y a
las ganas de saber y conocer, y ¡cuánto más significativo y bonito es hacerlo
por sí mismo!) Así que, estos “alumnos sin miedo a los desconocido”, y me
atrevería incluso a calificarlos como “alumnos con ansias de saber”, no se
echaron atrás al conocer todas las barreras que les suponía llevar a cabo su
proyecto. También hay que reconocer que la maestra es la primera que no ponía
límites a la capacidad de los niños, que sabía que si se equivocaban serviría
de aprendizaje, y por supuesto, que si no lo lograban, no sería por no haberlo
intentado. Enviaron la carta que escribieron, y ésta fue publicada en un
periódico nacional; el cual les envió una copia, los alumnos habían conseguido
un pequeño paso para los preciosos canguros australianos, y para ellos una gran
experiencia de aprendizaje y motivación afectiva y personal.
Con este primer artículo, esta
primera experiencia, la reflexión personal e individual en casa y las opiniones
compartidas y refutadas en clase, empezamos la elaboración de este aprendizaje sobre qué es un proyecto.
Llegados a este punto, yo me pregunto sobre la dirección que debemos llevar en
nuestra profesión. Nosotros trabajamos con personas que están creciendo
intelectualmente a velocidad de vértigo, que nos enseñan más de lo que
aprendemos por nosotros mismos; y por ello creo que nos debemos a ellos, son
ellos quienes realmente llevan las riendas, y nosotros tenemos que estar lo más
preparados y formados posibles para continuar creciendo junto a ellos. En este
sentido, me cuestiono ¿Qué dirección debemos seguir para conseguir que este
proceso no llegue a la monotonía?, lo que me lleva a preguntarme, ¿hay a caso
un único camino o vía para conseguirlo? Lógicamente, lo primero es pensar que
no, hay infinidad de caminos y medios para lograr esta movilidad y huir de las
tradicionales y aburridas (a mi juicio) clases que se ven en las escuelas que
maestras veteranas y expertas llevan años repitiendo (o más bien, que me ha
tocado ver a mí, en las pocas veces que he tenido la oportunidad de ir a una
escuela). Tras darle vueltas y vueltas y reflexionar sobre ello, me he dado
cuenta de que hay algo que sí que es único y común a todos aquellos maestros
que he conocido (en colegios de prácticas, o gracias a las experiencias leídas
en los artículos), y esa es la actitud con la que plantean el proceso que van a
llevar a cabo junto a sus alumnos. Puede que me repita, pero en mi opinión,
cambia radicalmente el hilo de la clase. Recuerdo ahora mi primera semana en un
centro. No es que critique el comportamiento de las maestras con más años de
vida laboral, sino que critico su actitud ante el proceso de aprendizaje (quizá
marcado por la educación recibida como alumnas, tanto en E. Infantil y
Primaria, como en su formación universitaria). En ese colegio, la gran
impresión que nos llevamos mis compañeras y yo, y en lo que todas coincidíamos
(a parte de lo adorables que son los niños y de la felicidad y energía, mezclada
con la pena por irnos, con la que salimos el último viernes), era en la gran diferencia
entre las nuevas profesoras (tres de ellas estaban en su segundo año en el
centro), y las más veteranas. La acción de los niños era completamente distinta
con unas y otras, se les notaba con quién les gustaba estar realmente y el
ritmo de aprendizaje era brutal en comparación con las otras. Una pena, que
estas no se dejaban influir, no querían cambiar su pedagogía ni sus formas, y
lo que es peor no se daban cuenta de la puerta que estaban cerrando a la
innovación, frenando así el avance de la educación. Con esa conclusión salimos del centro aquella semana,
prometiéndonos que nunca se nos cerrara así la menta y la oportunidad a
aprender.
A raíz de recordar esta experiencia personal y ese sentimiento de tristeza, surgió en mí una gran euforia al comprobar que hace muchos años ya había maestras que trabajaban por proyectos, y leyendo y trabajando los artículos de Montse Romero, “Yo quiero aprender a volar”; y Mercè de Febrer y Mercè de Ventura, “¿Es real la realidad?” me he dado cuenta de que es posible cambiar y conseguir una nueva educación. Ambos proyectos están muy relacionados entre sí, porque van en el mismo hilo de la innovación pedagógica, con nuevas formas de actuar con los niños. Tan importantes porque consiguen pensamientos y reflexiones, deducciones y auto-validaciones de los niños interactuando entre ellos y con el medio y los materiales que las maestras les ofrecen trabajar. El primero de ellos es un proyecto hecho de proyectos, una idea nueva que introduzco en el blog. Como dice la autora, consiste en establecer relaciones y conectar saberes, pongámonos en situación, cuando trabajas con niños a los que ya conoces, que llevan bastante camino recorrido y no es el primer proyecto desarrollado, éste puede enlazarse con otro, realmente no hemos cerrado ni terminado el proyecto, lo hemos continuado por un camino que hemos considerado relevante para nuestro aprendizaje, por ello es un gran proyecto hecho de proyectos. En este caso, se propone un itinerario de investigación, en el que lo niños mezclan aprendizajes, saberes y vivencias. Surge del misterio de volar, del deseo de hacerlo y de la ignorancia del cómo, por qué, quién, cuándo y un sinfín de preguntas y dudas al respecto. Esto nos lleva a una primera interpretación de la realidad ("las brujan vuelan, los pájaros tienen alas para hacerlo, las capas de los superhéroes también nos pueden servir…") y tras esta puesta en común, el grupo decide diseñar una “máquina de volar”, trabajando medidas, pesos, equilibrio, comparación entre animales y objetos con motor... y al mismo tiempo lo relacionan con los miedos, los deseos, los dragones, la fantasía, el arte, la música, llevando a cabo una investigación paralela que enriquece nuestra mirada del mundo, y nos abre hacia nuevos conocimientos y nuevos saberes. Los niños crean un “texto en 3D”, organizando las nuevas informaciones en cajas, las pueden tocar, crean y modifican objetos que representan lo vivido, establecen conexiones, y se dan cuentan de que “está mezclado todo porque todo está unido”, saben cómo y por qué, han construido conocimiento y ampliado sus aprendizajes. Esta forma de actuar, lleva a los niños a ser más autónomos sin desprenderse de ese sentimiento de grupo, que les proporciona seguridad, y sobre todo a entender que todo aquello que queramos explorar y conocer es posible mostrando interés y desprendiéndonos del miedo a lo desconocido.
A raíz de recordar esta experiencia personal y ese sentimiento de tristeza, surgió en mí una gran euforia al comprobar que hace muchos años ya había maestras que trabajaban por proyectos, y leyendo y trabajando los artículos de Montse Romero, “Yo quiero aprender a volar”; y Mercè de Febrer y Mercè de Ventura, “¿Es real la realidad?” me he dado cuenta de que es posible cambiar y conseguir una nueva educación. Ambos proyectos están muy relacionados entre sí, porque van en el mismo hilo de la innovación pedagógica, con nuevas formas de actuar con los niños. Tan importantes porque consiguen pensamientos y reflexiones, deducciones y auto-validaciones de los niños interactuando entre ellos y con el medio y los materiales que las maestras les ofrecen trabajar. El primero de ellos es un proyecto hecho de proyectos, una idea nueva que introduzco en el blog. Como dice la autora, consiste en establecer relaciones y conectar saberes, pongámonos en situación, cuando trabajas con niños a los que ya conoces, que llevan bastante camino recorrido y no es el primer proyecto desarrollado, éste puede enlazarse con otro, realmente no hemos cerrado ni terminado el proyecto, lo hemos continuado por un camino que hemos considerado relevante para nuestro aprendizaje, por ello es un gran proyecto hecho de proyectos. En este caso, se propone un itinerario de investigación, en el que lo niños mezclan aprendizajes, saberes y vivencias. Surge del misterio de volar, del deseo de hacerlo y de la ignorancia del cómo, por qué, quién, cuándo y un sinfín de preguntas y dudas al respecto. Esto nos lleva a una primera interpretación de la realidad ("las brujan vuelan, los pájaros tienen alas para hacerlo, las capas de los superhéroes también nos pueden servir…") y tras esta puesta en común, el grupo decide diseñar una “máquina de volar”, trabajando medidas, pesos, equilibrio, comparación entre animales y objetos con motor... y al mismo tiempo lo relacionan con los miedos, los deseos, los dragones, la fantasía, el arte, la música, llevando a cabo una investigación paralela que enriquece nuestra mirada del mundo, y nos abre hacia nuevos conocimientos y nuevos saberes. Los niños crean un “texto en 3D”, organizando las nuevas informaciones en cajas, las pueden tocar, crean y modifican objetos que representan lo vivido, establecen conexiones, y se dan cuentan de que “está mezclado todo porque todo está unido”, saben cómo y por qué, han construido conocimiento y ampliado sus aprendizajes. Esta forma de actuar, lleva a los niños a ser más autónomos sin desprenderse de ese sentimiento de grupo, que les proporciona seguridad, y sobre todo a entender que todo aquello que queramos explorar y conocer es posible mostrando interés y desprendiéndonos del miedo a lo desconocido.
En relación con ese miedo a lo
ignorado, leímos también el texto de Febrer y Ventura, el cual recoge una
investigación paralela en dos escuelas distintas, con diferentes resultados y
formas de actuar frente a una misma situación. Los alumnos estaban trabajando
en clase los astronautas y los viajes espaciales, y fueron invitados a una
exposición del artista Fontcuberta, quien actúa como mediador de saberes. En la
primera escuela, la experiencia partía del estudio y conocimiento de algunos
pintores de renombre como Picasso y Velázquez, de los que habían visto y
analizado obras. Una vez llegaron a la exposición tenían la duda de si las
fotografías eran reales o falsas, de si estaban manipuladas por el autor o no.
Las conclusiones de los niños eran variadas, cada una con su punto de vista.
Después reconstruyeron lo vivido, la historia de cada fotografía, el momento de
su ejecución, el lugar, no a modo de recopilación, sino llevando a cabo un
proceso de vinculación que les llevó a reflexionar y a entender que “casi todo
está relacionado con todo”. En la segunda escuela, el punto de partida era
diferente, partían de la pregunta ¿Cómo se hacen las películas?, sus efectos
especiales, las heridas o muertes falsas, todo ello no es real, y los niños van
con esa idea a ver la exposición. Además, tienen conocimientos previos sobre el
tema de los astronautas, lo que les sirve para crear nuevas hipótesis y
contra-argumentar las de sus compañeros. A este grupo de niños se les ocurre la
idea de “engañar” al resto de niños de su colegio, inventando una historia y
manipulando una situación con huesos de pollo. Los alumnos se dan cuenta de que
se encuentran en una situación de poder al saber la realidad y presentarla de
otra manera al resto de niños, reflexionan sobre lo aprendido y se dan cuenta
de que el objetivo de Fontcuberta es hacernos dudar. Algo necesario para
enfrentarnos a cualquier situación, es imprescindible dudar, desconocer, no
creerse tal cual todo aquello que se nos presenta, sino que hay que
cuestionarse sobre ello y así aprender y desarrollar una personalidad con
capacidad de crítica. Para ello, debemos ser personas curiosas, estar atentos y
conseguir un equilibrio entre la imaginación y la realidad. No siempre es bueno
lo real y malo lo ficticio. El equilibrio nos proporciona una inmersión en
mundos distintos que si los mezclamos, pueden dar lugar a uno lleno de
potencial y creatividad. “Las sirenas existen si tu quieres, existen en la
imaginación”, (concluía una niña en el proyecto, en relación a una fotografía).
Y eso es exactamente saber hasta qué punto debemos dejarnos influenciar por la
imaginación. Cuando leí esta frase, se dibujó una sonrisa en mi cara, y lo
primero que pensé fue: “qué bonita es la infancia, está llena de mundos creados
para ser más feliz”. Está llena de magia, es una época en la que todo tiene
relación con aquello que nos ocurre y lo vivimos de manera real. Ya sea una
película, una “mentirijilla de padres” (como la existencia de los reyes magos o
el ratoncito Pérez), o una simple hipótesis de un amigo que cree firmemente que
cuando llueve es porque los angelitos se están bañando. Esa magia tan cierta y
a la vez tan falsa, es la que nos hace creer en que podemos conseguir lo que
queramos, y que desgraciadamente se pierde conforme vamos creciendo en esta
sociedad de estereotipos, de normas y de “hechos lógicos” que nos tiene que dar
la madurez. A veces, es imprescindible no perder esa fantasía, que nos abre la
mente y nos ilusiona con otras cosas posibles, que nos empuja hacia la creatividad
y hacia la innovación y sobre todo que nos da las ganas y la energía necesaria
para tratar de hacer lo imposible. “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo” (Walt
Disney). Y por muy difícil que resulte, no debemos olvidar que trabajamos con
niños, y que en sus cerebros es donde se encuentra la “casa de la fantasía”, de
donde surge y nace todo aquello que quieran que sea posible. ¿Y si dejamos que
nos contagien su magia y la utilizamos para re-activar el cuerpo de nuestro
proyecto? Los proyectos tienen que contener esa magia, que nos conducirá al
aprendizaje realmente significativo, placentero y aprendido.
Las conclusiones de este
proyecto se vieron tan dispares como las opiniones de los niños participantes.
Cada persona tenemos un punto de vista, y éste ha de ser respetado. Algunos
niños se tomaron bien el engaño, otros se molestaron y a otros (como la niña
que creía en las sirenas) les sirvió para crear su mundo equilibrado entre
realidad y ficción. El proyecto llevado a cabo por Laura Morejon, “Aprendiendo desde los bordes de la educación artística: una experiencia en la escuela primaria”, habla también de los distintos puntos de
vista, de que cada alumno tiene, gracias a que observa, piensa y reflexiona de una manera, tiene
una concepción previa de los hechos, influida por sus experiencias personales,
por su estado de ánimo, por su estilo de vida. La autora dice que una de las cosas
más importantes son las conversaciones en clase,
las cuales son una fuente de intercambios de información y de aprendizaje
constante que determina la evolución del grupo y del individuo. Como dice Hernández (2000), en el mismo texto: “los alumnos pueden aprender entre ellos”. Y realmente
lo hacen, se dan cuenta de que comparando y exponiendo sus propias ideas, éstas
se enriquecen y son más completas. Vivimos en sociedad y la comunicación es
algo innato, pero la auto-crítica hay que trabajarla, para avanzar en el
aprendizaje personal de cada uno. Así como es necesario trabajar con los
alumnos los distintos tipos de perspectivas que puede tener una situación, un
aprendizaje. Los puntos de vista son personales, pero están influenciados en
gran medida por la cultura recibida y la que va creando nuestra forma de ser.
Marisol Anguita, en su texto “Cartografías
de lo posible”, dice: “El papel que juega la cultura favorece el cambio de
posicionamiento de los sujetos, de manera que pasen de actuar como receptores o
lectores a actuar como visualizadores críticos.” Por ello es imprescindible trabajar
la variedad y la riqueza personal de cada uno. Todos podemos aportar algo
nuevo, algo diferente que nos haga reflexionar sobre lo aprendido. Escuchar,
re-pensar y compartir opiniones y puntos de vista, nos permitirá explorar y
conectar conocimientos entre perspectivas y construir nuevas relaciones.
En este texto, la autora nos relata la experiencia de un
grupo de estudiantes de la Universidad de Barcelona que participó en un
proyecto con niños de Educación Infantil. Cuenta cómo los niños aprenden en relación,
sacando partido de todo aquello que les rodea y que les afecta en su ámbito
personal. Los niños aprenden en red, en compañía. Ellos mismos relatan su
experiencia y su opinión “todos mandamos, pero nos gusta mandar para la paz”,
“aquí todos somos presidentes” (en relación a un proyecto sobre dictadores). Se
dan cuenta de que todos tienen algo que decir, nadie es más que nadie por
pensar de una manera o de otra. La escuela actúa como espacio para pensar en
compañía, su intención es provocar nuevas ideas. Los niños regalaban
afirmaciones tan maravillosas como “el mundo somos nosotros”, y es que nosotros
somos quienes construimos el mundo, somos “tejedores de deseos”, como dice
Anguita, los cuales se van creando gracias al aprendizaje, surgido de una espiral,
de un cambio, “aprender es una forma de cambiar de lugar”. Esta frase me
recuerda y resume todos los viajes que he realizado, en lo que he aprendido
culturas, formas de vida, nuevos horizontes y me he dado cuenta de lo mucho que
podemos aprender conociendo nuevos sitios y nuevas pedagogías, moviéndonos de
un sitio para otro, cogiendo de cada uno lo que más nos llama la atención.
Siempre hay algo bueno en lo diferente, lo importante es la actitud. Cambiar es
una forma continua de aprender, sin olvidar lo ya aprendido y dándole un giro
(o los que hagan falta) para encontrar el aprendizaje significativo. La espiral
es una bonita metáfora gráfica de este concepto. La asamblea de clase, la
organización del congreso, cómo se reúne un equipo de fútbol para recordar sus
tácticas, o incluso una cena de amigos, siempre se dan en torno a un círculo; y
es que es la mejor manera de favorecer la interacción y la reflexión. En
Educación Infantil, nos beneficiamos de ello, puesto que las mesas se colocan en
grupo circulares, la asamblea es el pan de cada día en las aulas, en primaria
por desgracia se va perdiendo esta estructura, y en cursos superiores el diseño
es totalmente tradicional, incluso teniendo al profesor en una tarima que le
da una situación de poder sobre los alumnos, (lo más triste es que hasta en las
clases de magisterio, la mayoría de los profesores ni le dan importancia,
haciendo que su discurso sobre el aprendizaje significativo y cooperativo
choque contra sus propias clases prácticas). Pero no todo es malo, ni mucho
menos, esto nos hace pensar y ver que las cosas tienen que cambiar, que otra
educación es posible y que comienza con un cambio frente a la actual pedagogía
que se da en nuestras escuelas.
Trabajar por proyectos es un inicio de este
cambio, pero trabajar por proyectos bien. Es decir, no quedarnos en la idea de “todo
está relacionado, pero sigo programando una unidad didáctica”, va mucho más
allá de eso. Y llegados a este punto, con todo lo que hemos estado hablando y
aprendiendo sobre los proyectos, me pregunto ¿estamos preparados para llevarlos
a cabo de manera que realmente funcionen? Seguramente no, pero por eso nunca
hay que dejar de investigar, de formarnos, de leer y por supuesto de basarnos y
coger ideas de otros proyectos y pedagogías que existen. Salvador Dalí dijo: “Pintar un cuadro es o muy sencillo o
imposible”. Y aprender a aprender creo que es buscar ese término medio que Dalí
conseguía cuando pintaba, puesto que a veces es sencillo y rápido, se ven las
cosas muy claras y otras, en cambio, son difíciles y se consiguen con mucho
esfuerzo. Como dice Mercè de Febrer, en el primer texto citado “Canguros cast”, los niños siempre se
han interesado más por lo difícil y lejano que por lo sencillo y cercano;
porque esto les hace sentirse ciudadanos del mundo, creadores de éste y partícipes
de lo que ocurre. Vivimos en una sociedad dispar que nos educa para un mundo
creado, para acomodarnos a él. En cambio, los niños tienen la ilusión, las
ganas y la capacidad de cambiarlo, saben que lo pueden construir, y por ello los
profesores debemos darles las herramientas para que trabajen y descubran que en
el cambio está el aprendizaje y en la innovación, la calidad.
Siguiendo con la necesidad de trabajar en el respeto y
la diversidad, me viene a la mente, la importancia que adquiere el hecho de
construir un bagaje de experiencia, una maleta en la que recojamos todo aquello
que sucede, hacia dónde se encamina la clase, qué hechos ocurren para seguir
avanzando de una manera u otra. En definitiva,
documentar lo que pasa en el aula. La importancia de ello es
infinita, en primer lugar, porque nos aporta un fantástico resumen de todo
aquello que hacemos, e incluso de lo que no hacemos. Al elegir un camino u otro
en el aula, debido a una idea de un niño, a una oportunidad casual (o no) que se
nos presenta o a un cambio de intuición con el proyecto, estamos siguiendo un
hilo y dejando otro atrás. Por ello, no me equivoco al decir que la
documentación nos sirve para recordar lo que hemos hecho y lo que podríamos
haber hecho, (y quien sabe si en un futuro esa oportunidad perdida volverá a
surgir). En las horas que pasamos en el colegio con nuestros alumnos, suceden
miles de momentos únicos, que dan pie a nuevas experiencias. Documentar implica
una reflexión sobre el porqué, tiene una doble función, la de revisar y
re-pensar los procesos escolares y la de compartirlo; gracias a ellos podemos
mejorar y aprender de lo que vamos haciendo, sin dejar atrás olvidado todo
aquello que nos ha proporcionado aprendizaje. Una de los objetivos de llevar a
cabo este proceso de documentación es para ilustrar,
pero no para aparentar, sino para señalar lo importante, para retener de manera
visual aquello que hacemos, dar cuenta de una manera gráfica, rápida y muy completa,
de lo que sucede en el aula. Un segundo objetivo, es formarse, con artículos, documentos, evaluación continua, y
así abrir nuevos horizontes hacia la innovación y la creatividad, repasando
proyectos que pueden llevar múltiple caminos. Lo que me lleva a recordar que en
nuestra clase surgió este hecho. El texto utilizado por Imanol Aguirre para
trabajar el cómo se documentar (“Cartografías
de lo posible”) es el mismo que utilizó otra profesora, Amaia Arriaga, para
trabajar el mundo del arte en la escuela. De un mismo documento podemos
dirigirnos hacia muchas ideas diferentes, por eso es tan importante la
formación continua y la investigación de un profesor, porque dependiendo del
momento y del camino que elijamos seguir con una información aprenderemos unos
cosas u otras. En el texto “Making
Learning Visible”, se habla también de cómo el equipo docente es un equipo
de investigación, que sigue las cinco características de la documentación para
conseguir un buen trabajo abierto del proyecto “las ciudades” que realizaron en
Reggio Emilia con los alumnos. Estas cinco características son: partir de una
pregunta que guía el proceso, dar pie a múltiples perspectivas y análisis
colectivo, interpretación, evaluación y observación. Contar con variedad de
lenguajes (visual, audio, texto…), debe ser una documentación pública y ser retrospectiva,
es decir, usada para formar el diseño de futuros contextos para aprender.
Documentar conlleva un esfuerzo extra para el profesor, puesto que tiene que
estar pendiente de anotar, grabar, fotografiar lo que sucede, pero el aprendizaje
que supone se multiplica.
Y así os
presento una parte de mi cuerpo que desconocía, que a partir de ahora se va a
desarrollar con más fuerza y que me acompaña a todas partes: mis
idoídos. La historia de su origen se encuentra en la siguiente página
de este blog. En ella además encontrarás todo lo que han oído, anotado y
aprendido durante estos meses (bien acompañados y aconsejados por mis ojos y la
cámara de mi iPhone). En mi mente, estos pequeños “interpretadores” de
emociones e información sentidas y surgida en clase.
Leer página siguiente: Mis id-oídos. Al volver a terminar esta entrada, saltarse el
párrafo siguiente (Escrito en color azul).
En
caso de que no hayas leído la página siguiente, estarás leyendo este párrafo,
por ello únicamente quiero resumir lo que en ella se habla con la siguiente
frase: documentar para aprender, aprender para mejorar y mejorar para construir
un mundo en el que sea posible la calidad educativa, porque ésta es el motor
que lo mueve.
Por último, he de decir que la educación da respuesta
a todo, que sin ella no creceríamos como personas, es necesaria para avanzar en
nuestro camino. Conocer todos estos proyectos (gracias a la documentación, con
videos, fotografías, transcripciones…), la forma de llevarlos a cabo, la actitud
de las maestras y de los niños, es una maravilla. Poder contar con esta gran “biblioteca
de ejemplos” para formarnos es un lujo, y por supuesto saber que existen
personas que creen en ello, en la EDUCACIÓN. Y darme cuenta, gracias a los
debates creados en clase y en el foro, de que la mayoría de futuros maestros
que surgiremos de esta generación, intentaremos actuar así en un futuro, puede que
no lo logremos, pero hoy por hoy, así es como queremos trabajar y hemos visto
que es posible, que los niños aprenden y nosotros aprendemos de ellos.
“Quien se atreve a enseñar, nunca debe dejar de
aprender”